Entrevista al P. Rodrigo Tupper al cumplirse un aniversario del 27F
1. ¿Cómo evalúa el apoyo de Caritas Chile a través de la campaña "Vamos chilenos, Solidaridad, Unidos en la emergencia"?
Como Pastoral Social Caritas, hemos asumido un activo rol en la atención a los damnificados. En esta tarea hemos contado con mucha ayuda y de diversos actores. Por ello, primeramente queremos expresar nuestra profunda gratitud a todos quienes han confiado en nuestra institución para canalizar los aportes solidarios.
En el marco de la respuesta a la emergencia, el primer papel asumido fue dar respuesta eficiente a las necesidades vitales amenazadas: alimentación, agua, ropa, albergue, abrigo y útiles de higiene; servicio que se ha prestado junto al acompañamiento espiritual y anímico a las personas afectadas: se trata de una solidaridad efectiva pero también afectiva.
En base a importantes campañas solidarias, desde marzo y con fuerza hasta junio se ha formado una red de entrega de alimento y enseres a través de unas 250 parroquias y cerca de 1.500 capillas en la zona de catástrofe, en vínculo con los municipios y organizaciones sociales de base. A la fecha, se han enviado más de 4.000 toneladas de alimentos y enseres varios (plástico, carpas, frazadas, ropa de cama, colchonetas, toallas higiénicas, pañales de niño y adulto, ropa, estufas, braseros, materiales de construcción, etc.). En esta labor ha sido fundamental el activo voluntariado y la ayuda fraterna de miles de personas en todo el país, quizás las réplicas más reconfortantes de todas las que han seguido al terremoto del 27 de febrero.
2. ¿En qué consisten los proyectos de apoyo social que ha emprendido Caritas Chile para capacitar y entregar herramientas de trabajo a las personas afectadas por el terremoto y el maremoto?
Se han desarrollado proyectos integrales de rehabilitación física, económica y social que atienden a pequeñas comunidades de sectores costeros, rurales y urbanos de alta vulnerabilidad, donde otras organizaciones públicas, privadas o de la sociedad civil no se encuentren interviniendo de forma significativa.
Uno de los objetivos buscados en estos proyectos ha sido contribuir al desarrollo y rehabilitación de las economías locales y familiares a través de la reposición de materiales de trabajo, el apoyo al emprendimiento familiar o asociativo, la organización comunitaria y la orientación y articulación hacia la oferta de política pública. Se busca aquí apoyar a la recuperación y potenciamiento de las fuentes laborales y la capacidad de generación de ingresos en las familias, por medio de dos mecanismos: la recuperación de iniciativas económico-productivas perdidas, y la generación de nuevos emprendimientos productivos que potencien la economía familiar.
Se ha trabajado con modalidad de fondos rotatorios, llamados a postulación de proyectos de emprendimiento familiar o asociativo, diagnóstico comunitario para la identificación de oportunidades de negocio, capacitación en administración, gestión y comercialización, formación en oficios, etc. Lo importante ha sido generar iniciativas sustentables, dejando instaladas las capacidades de administración y gestión.
3. ¿Cómo piensa que ha sido la reconstrucción espiritual y material de las personas golpeadas por esta tragedia?
La frase que más escuché en los recorridos que realizamos por las regiones fue: “gracias Señor por la vida”. La fe en Jesucristo y en la Virgen María, han sido la clave de la esperanza y de la solidaridad despertada en nuestro Pueblo. Es impresionante ver personas que lo perdieron todo, con la convicción de que con la ayuda del Señor, van a salir adelante. La fe en Dios ha sido el sustento de nuestro pueblo. Se destruyeron muchos templos, en muchos lugares las personas se reúnen en el lugar donde estaba el templo y hacen oración junto a la comunidad. Algunos se reúnen con sus vecinos y oran juntos. Muchas familias se reúnen en su casa para rezar juntos. Para muchos, estos dramáticos acontecimientos, significó fortalecer su fe. Se destruyeron casas, escuelas, hospitales, templos… pero el alma de Chile está intacta, hubo mucha destrucción material pero es la fe la que ha mantenido de pie a nuestro pueblo. (La pregunta 4 queda respondida con la tres…)
5 ¿Qué papel ha jugado la Iglesia chilena en dicha reconstrucción?
La Iglesia ha sido servidora. Creo que la parábola del Buen Samaritano puede ser un excelente resumen del papel jugado por la Iglesia chilena en la reconstrucción. Eficaz y rápidamente se preocupo de la situación de las personas, sin distingo alguno. Los obispos de las diócesis involucradas repetían como antífona, primero nuestra gente, después nuestros templos… Creo que la Iglesia ayudó a dignificar el sufrimiento y el dolor vividos por nuestro pueblo. La fe se hizo solidaridad con el que sufría pero era fundamental que toda ayuda fuera hecha pensado siempre en la dignidad de las personas. También ayudó a despertar la solidaridad de muchos chilenos, no sólo en ayuda material, sino que a través de muchos y diversos voluntariados. La presencia viva de la Iglesia ha sido también un aporte fundamental para el sostenimiento de la fe de nuestro pueblo.
6 ¿Qué es, a su juicio, lo mejor y lo peor de los chilenos que afloró en esta tragedia?
Son muchas las cosas positivas que afloraron. En primer lugar la solidaridad, se hizo efectiva y eficaz. Todo un país movilizado por una causa común. Como Iglesia se nos hace más evidente la inmensa importancia que tiene el que tengamos una pastoral orgánica y bien estructurada, este hecho ayudó a fortalecer la dimensión comunitaria de la fe. El espíritu de servicio, no pocas veces con actos heroicos, es otro elemento que revela lo mejor de nuestro pueblo. Entre los hechos negativos creo que aflora con más potencia la inmensa inequidad que existe y persiste en el país. Muchos chilenos viven aislados, con escasa o nula seguridad social y en muy precarias condiciones de vida. Otro elemento negativo es que en muchos lugares hay una completa falta de organización ciudadana, este es un déficit que hace crecer el individualismo y la falta de compromiso con la construcción del país . No se puede dejar de mencionar la actitud, gracias a Dios menos frecuente, de quienes especularon con la tragedia que vivíamos en Chile, o de quienes acapararon productos sin pensar que esa actitud afectaba a otros.
7. ¿Qué lecciones debemos sacar como país de este terremoto y maremoto?
Esta catástrofe, junto con ser un evento devastador, ha sido también un acontecimiento revelador, puesto que ha evidenciado las debilidades en nuestro proceso de desarrollo, el abandono de sectores sociales y territorios, la precariedad de nuestras seguridades y el déficit de ciudadanía. Chile es un país que evidencia un desarrollo con contrastes: primer lugar en la región según ingreso per cápita, segundo lugar de Latinoamérica en el Índice de Desarrollo Humano; pero sufriendo de profundas desigualdades sociales y en la distribución del ingreso, bajos índices de participación ciudadana y una situación de pobreza que hoy afecta al 15,1% de la población según la Casen del 2009, cifra que evidentemente habrá aumentado de forma considerable luego del terremoto y maremoto de febrero.
No obstante, en medio del dolor y la destrucción provocados por la catástrofe, hemos podido constatar cómo resurge la esperanza. Estos signos de vida frente al futuro provienen principalmente de las propias personas, familias y comunidades afectadas. Aún desde el sufrimiento y la pérdida, la gente es capaz de ponerse de pie y trabajar por recuperar sus hogares y sus medios de trabajo. La esperanza en un mañana mejor, la fe y gratitud en Dios por el valor de la vida, constituyen una muestra de la capacidad del pueblo chileno para sobreponerse a la adversidad. También es una señal positiva la corriente de solidaridad que se ha generado.
Hemos aprendido que lo social no es un componente específico sino la clave del proceso de reconstrucción, por lo que se vuelve cada vez más necesario el fortalecimiento de una ciudadanía activa. Es necesario considerar que, aún en condiciones de extrema vulnerabilidad, la participación y protagonismo de la comunidad ha permitido el ejercicio de una ciudadanía activa que sustenta la acción colectiva organizada, la capacidad de demanda y articulación con organizaciones privadas y públicas, y el acceso a políticas sociales.
Fuente: Pastoral Social Caritas