Con el gozo inmenso de peregrinar por toda la ciudad como expresión de amor y devoción a la Santísima Virgen, a quien toda la Iglesia Universal veneró de manera especial por treinta días, y la alegría grande del triunfo de Municipal Iquique justo en horas de iniciarse la eucaristía, sin embargo también con profundo pesar por todas las personas fallecidas y heridas en el siniestro de la cárcel en Santiago y por el dolor desconsolado de sus familias, los fieles de Iquique junto al Obispo, sacerdotes y religiosas, pidieron a Dios por sus almas y el consuelo de sus deudos.
Así, con sentimientos encontrados todas las comunidades de la ciudad de Iquique se congregaron frente a la Catedral Inmaculada Concepción, donde monseñor Marco Ordenes recordó que el año pasado “ante el Gobierno que salió y el nuevo Gobierno, los Obispos de Chile le dijimos a la autoridad que era urgente mirar el tema de las cárceles, que era urgente tomar en consideración las situaciones que allí se viven, y mirar también la dignidad y la compasión para atender las situaciones de enfermos terminales y de tantas personas que tienen derecho a morir con sus familias. No fuimos escuchados, y se trató de politizar esto de tal manera que, pudieran hacer un poco de escarnio y burla de la Iglesia”.
Sin embargo, continuó el Pastor “acontecimientos como este, lamentablemente, hoy día nos dan la razón. Ciertamente, también somos testigos de las recriminaciones, de las culpas que se empiezan a echar unos a otros, cosa ya sabida siempre en los procesos políticos, muchas veces no se busca el bien de todos sino que se empieza a buscan el bien personal, de algunos, recriminando y culpando a otros”.
“Hasta cuándo, ya está bien que de una vez por todas en Chile tomemos más conciencia de que los pobres, en muchas situaciones de injusticia, no pueden esperar. Que el Señor abra los entendimientos y la voluntad de todos aquellos que tienen hoy día la responsabilidad de una mayor justicia y del bien común”, agregó monseñor Ordenes y pidió a Dios “que nuestras palabras no queden en el aire sino que sean verdaderamente oídas, no puede continuar esta situación de la forma en que está”.
También durante su homilía, frente a todas las comunidades y asociaciones de los Bailes Religiosos presentes, señaló que “mirando nuestra propia realidad, observándonos nosotros mismos como cristianos, ¿qué podemos decir?. Esto es mucho más cercano a nosotros de lo que pensamos. Esta realidad de hacinamiento está en Pozo Almonte, se comienza a vivir en una cárcel moderna como la de Alto Hospicio. Problemas de estos, que los llevamos por años también están presentes”.
Entonces, dijo e invitó a la asamblea a reflexionar y mirar al interior de la Iglesia “¿Dónde esta nuestro sí, nuestra solidaridad, nuestra presencia con los que sufren, con los que están marginados, excluidos, dónde están los cristianos, dónde están aquellos que quieren compartir su consuelo y fe con la experiencia que han tenido. El egoísmo, el individualismo están afectando también al interior de nuestra Iglesia”.
“Si somos tantos los que creemos en Dios en esta región, porqué son menos de 20 los que acompañan a quienes están privados de libertad, porqué si somos tantos hay tan pocos acompañando a los enfermos en los hospitales, porqué si somos tantos faltan tantas manos voluntarias para ir a decirles sí a Jesucristo en el rostro de los pobres, porque Él está allí, en ellos, aseguró el Obispo.
Algo sin duda le pasa a la iglesia diocesana, afirmó y señaló que “la marca de la serpiente nos está envolviendo: primero preocúpate de ti y solo de ti, y si alcanza de alguno de los tuyos. Nos falta darles nuestro sí al Señor, de manera permanente y constantes, sí al compromiso de la justicia, sí al compromiso con la verdad, con el ser más solidarios”.
Por supuesto, continuó monseñor Ordenes, “el decir que sí significa muchas renuncias. Ahí esta el testimonio de la Virgen María que renuncio a sus propios planes para disponerse a Dios. Seguramente el Señor te invitará a caminar por una ruta que no querías recorrer. Pero vale la pena”.
Agregó también que la Virgen Maria es madre y maestra, que conduce y anima a sus discípulos, quienes en esta hora de la historia trabajan porque quieren ser renovados misioneros. “El Sí de la Madre se transformo en un eslabón extraordinario para la salvación de toda la humanidad. Es ella quien acompaña siempre nuestro caminar, es maestra porque una buena madre siempre enseña. Ella tiene una escuela a la que vamos siempre a aprender los discípulos de Jesús. ¿Cómo acercarnos a su hijo?, en su escuela aprendemos a tener las mismas actitudes de Ella, que nos permiten entonces escuchar y responder mejor, permanecer en la fe como Ella lo hizo”.
Finalmente aseguró que “nadie puede dar este Sí tan definitivo de la Santísima Virgen, sino dice sí en los detalles de la vida corriente y sencilla, escondida y humilde de todos los días.
La Mesa para Todos
Al iniciarse la misa de clausura del Mes de María, celebración que además se realizó en el sector rural de la Pampa; la pre cordillera; Alto Hospicio y en las caletas del sur de la ciudad, algunos fieles presentes prepararon la Mesa para Todos, donde el Señor se hace presente en los alimentos, en la unidad, en la fraternidad y en el compartir de los hijos de Dios.
De este modo un sacerdote y una religiosa, compartieron la mesa familiar con dos familias, núcleo de transmisión de valores, conocimientos y fe a los hijos. Situación en la que la asamblea permaneció en silencio y atentos al reflejo de lo que ocurría en el comedor de la casa de cada uno de los presentes.
También en la oportunidad se pidió por los que tienen la costumbre de bendecir la mesa antes de comer, “para que esta campaña que estamos viviendo en esta diócesis, ayude además a ser testigos de Jesucristo con actos simples, para decir que queremos poner a Dios en todas las cosas, en la mesa corriente de nuestra casa, para que no falte el pan, la alegría, la unidad y el trabajo en las manos de todas nuestras familias”.
En este contexto, como signo también de la fraternidad, durante los dones, el Obispo de Iquique, bendijo el pan que se lleva a la mesa de los hogares para, al finalizar la eucaristía, todos los presentes compartieron el alimento.
Fuente: Comunicaciones Iquique
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