“Confieso que recibo esta significativa distinción con profunda gratitud y no poca conmoción espiritual por estar ligado a la memoria de San Alberto Hurtado, lo que por sí solo me conmueve”, señaló Monseñor Cristián Precht Bañados, Vicario General de la Pastoral del Arzobispado de Santiago, al ser condecorado con el premio “Alberto Hurtado, Héroe de la Paz 2010”. El galardón fue entregado de manos del rector de la Universidad Alberto Hurtado, Padre Fernando Montes, en la Sala América de la Biblioteca Nacional el martes 23 de noviembre.
A la ceremonia asistió el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo de Santiago; Monseñor Cristián Contreras Villarroel, Obispo Auxiliar de Santiago; Patricio Aylwin, ex Presidente de la República, el Ministro Secretario General de la Presidencia, Cristián Larroulet, Vicarios Episcopales, sacerdotes, ex funcionarios de la Vicaría de la Solidaridad y muchos amigos, familiares y colaboradores del Padre Precht.
El galardonado explicó que recibía la condecoración en nombre de tantos equipos que trabajaron por la defensa de los derechos humanos y por la propagación del mensaje de Jesucristo. “Siento que, en mi persona, es la Iglesia de Santiago la que es reconocida como “heroína de la paz” y en mí, a un simple servidor”, dijo emocionado.
Al comienzo agradeció a sus maestros en la fe, comenzando por el Cardenal Raúl Silva Henríquez, Arzobispo de Santiago, y sus sucesores; también mencionó a Monseñor Fernando Ariztía, quien lo ordenó sacerdote y a Monseñor Enrique Alvear, Obispo y Vicario en Santiago. Luego nombró a varios colaboradores en los distintos organismos que le ha tocado dirigir como el Comité Pro Paz, la Comisión organizadora de la visita del Papa y la Vicaría General de Pastoral.
Forjando el futuro de Chile
En su discurso de agradecimiento hizo una reflexión para hacer de Chile, una mesa para todos, donde se luche por erradicar la pobreza, pero desde una solidaridad fraterna que hermane más que segregue. También tuvo una palabra para los jóvenes vulnerados, una de las prioridades pastorales de la Iglesia de Santiago. “Antes que reprimir los excesos hay que multiplicar las oportunidades, los encuentros, las conversaciones, respetando su interlocución y haciéndolos protagonistas de su futuro”, sostuvo.
Las condiciones de vida inhumanas en las cárceles y la falta de rehabilitación también fueron parte de las preocupaciones expresadas. “Tanto en esta materia como en la situación de los pueblos originarios nuestra democracia tiene antiguas deudas sin saldar que claman por una atención prioritaria para que cada hombre, cada mujer, tenga derecho a ser persona como proclamamos en el Año de los Derechos Humanos de 1978”, manifestó.
Justicia y perdón
Finalmente, Monseñor Precht se explayó en el perdón como un regalo para nosotros mismos y nuestra sociedad. Explicó: “Jesús construye la historia de los pueblos sobre la encarnación, la cercanía, la misericordia, la compasión, el perdón. Y lo hace con una gigantesca humildad: no es El quien dirá yo los perdono con un tono de suficiencia y arrogancia. El lo pide al Padre que es la fuente de la vida y del amor y entrega su propia vida como aval de lo que pide, excusando incluso a sus agresores: Padre, perdónalos, no saben lo que hacen”.
En este sentido valoró la petición de indulto humanitario que realizó la Iglesia chilena con ocasión del Bicentenario: “Esta es la escuela que humildemente quisiéramos para Chile y para la humanidad, destruyendo los muros visibles e invisibles, purificando el corazón de todo deseo de revancha, animándonos a mirarnos nuevamente a los ojos y descubrir la dignidad intrínseca e inalienable de la persona humana que hay en cada uno, en cada una, más allá de lo que hayamos hecho mal o lo que hayamos malogrado”.
Concluyó invitando a aprovechar estos últimos días del 2010 para “abrir las puertas del corazón”, visitar a quienes están privados de libertad y a “hacer las paces”. Argumentó: “El perdón no deja fuera la verdad: la supone. No deja fuera la justicia: la supera. Y echa mano a lo más divino que hay en cada ser humano: la capacidad de hacer de la vida un don, un per-dón, para lo cual la gracia de Dios estará siempre disponible”.
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Fuente: DOP www.iglesiadesantaigo.cl