Mons. Gonzalo Duarte: “El tema delicadísimo de nuestros pueblos originarios, particularmente mapuches y rapanuis ya no admite dilación”
Sobre los hechos que han marcado este año del Bicentenario: el gran terremoto y maremoto, la tragedia de los hermanos mineros del norte, la agudización extrema de los conflictos con nuestros pueblos originarios, y la reconstrucción moral y social de nuestro país se refirió en su Homilía para el Te Deum Ecuménico, el Obispo de Valparaíso, Monseñor Gonzalo Duarte, que por séptimo año consecutivo contó con la presencia de pastores, pastoras y representantes de diversas Iglesias y Comunidades Cristianas hermanas.
Celebración del Bicentenario
“Mucho nos hemos preparado para celebrar el Año del Bicentenario. Teníamos proyectos hermosos y esperábamos estas Fiestas con gran alegría y optimismo. Nos sentíamos especialmente orgullosos de ser chilenos. Pero el Año del Bicentenario ha sido el año del gran terremoto y maremoto, de la tragedia de los hermanos mineros del norte que aún no termina y de la agudización extrema de los conflictos con nuestros pueblos originarios”.
Frente a estos acontecimientos Mons. Duarte reflexionó sobre lo que nos quiere decir Dios en cada uno de ellos. “San Agustín les decía a sus feligreses: “¿Los tiempos son malos? ¡Ustedes son los tiempos! Sean ustedes mejores y los tiempos serán mejores”. En cada uno de estos hechos pudimos ver muestras de solidaridad y la presencia de Dios. “Miles y miles de hermanos y hermanas prontamente se pusieron al servicio de los sufrientes con sus medios materiales pero sobre todo con su disponibilidad, tiempo y cariño. Muchos de ellos fueron a los lugares mismos más azotados por las desgracias -y hay quienes siguen yendo- para expresar cercanía y amistad y para prestar su ayuda personal”, comentó en relación al terremoto.
En tanto, en la situación de los mineros señaló que “durante los 17 días en que estuvimos absolutamente incomunicados, ellos se organizaron para subsistir y permanecer unidos. Reconociendo la autoridad y experiencia de los mayores programaron su vida hasta en los menores detalles en temas tan decisivos como la solidaridad, organización del tiempo, alimentación, uso racionalizado de las linternas en medio de esa obscuridad total. Y cuando supimos que estaban vivos, Supimos que habían sufrido y habían rezado, mientras en la superficie, se había desplegado una compleja y completa organización, encabezada por las máximas autoridades y que aún continúa, para liberarlos en las mejores condiciones posibles. Nuevamente la solidaridad, el cariño y la oración de los chilenos y chilenas afloró como la mejor expresión del alma nacional”.
Conflicto de pueblos originarios
En su homilía, también se refirió a la situación que están viviendo los mapuches y rapanui. “El tema delicadísimo de nuestros pueblos originarios, particularmente mapuches y rapanuis ya no admite dilación. Ellos piden sobre todo y en primer lugar respeto. Respeto por su historia. Respeto por su raza. Respeto por su idioma, cultura y tradiciones. Respeto por sus tierras y bienes. Respeto por sus formas de organización. Respeto por los compromisos internacionales firmados por Chile al respecto”.
“Creo que todos los chilenos tenemos algún grado de responsabilidad, por acción u omisión, en las dolorosas experiencias que estamos viviendo. No se nos enseñó a conocer y respetar a nuestros pueblos originarios y los profundos valores de su cultura. A nuestros gobernantes y a los principales actores de la sociedad les faltó visión de futuro. Los fervientes llamados de los obispos y pastores de las tierras del sur no fueron oportunamente escuchados. En algunos casos la acción de las iglesias fue minusvalorada y mirada con desconfianza”.
“Ahora urge una solución, que es impostergable y que requiere prudencia, sabiduría, fortaleza y humildad, porque hay que hacer justicia “justa”, valga la redundancia, tanto a los hermanos mapuches como a los agricultores que han sido víctimas de violencias y atropellos. En casos como éstos la sabiduría puramente humana “queda corta” y urge implorar la ayuda de Dios. A estas alturas creemos que cualquiera solución a que se llegue no contentará a todos. Pero no se puede postergar el diálogo entre las partes involucradas y por eso la Iglesia se ha ofrecido como “facilitadora” para ayudar a este encuentro de hermanos”.
Reconstrucción Moral y Social
“La tarea principal a la que como Nación estamos abocados en estos momentos es la Reconstrucción, pero no sólo material si no que una ‘reconstrucción moral y social’, señaló Mons. Duarte.
“Frente a la reconstrucción moral debemos preguntarnos, por ejemplo, qué vida estamos viviendo. En qué hemos puesto nuestras confianzas. Cuáles son en verdad nuestras prioridades”. En tanto, ante la reconstrucción social señaló que “el tema de la pobreza y la desigualdad en medio de grandes riquezas sigue siendo una herida en el alma nacional. Quizás no esté en nuestras manos la solución directa e inmediata de los grandes temas. Pero sí está en nuestras manos promover una ‘cultura de la solidaridad’, que tan rápidamente florece en las grandes tragedias, pero que debe manifestarse en el día a día en un permanente estilo de vida sobrio, solidario, atento, preocupado y responsable, desde el lugar y ámbito que ocupamos en la sociedad, por una vida más digna y justa para todos los habitantes de nuestra Patria”.
“La ‘reconstrucción moral y social’ implica también el cuidado y el respeto por toda vida desde el momento de la fecundación hasta la muerte natural, como asimismo el apoyo y fortalecimiento de la familia y de la institución matrimonial. Tenemos que favorecer la maternidad responsable. Si no tomamos medidas urgentes, seguiremos fatalmente la curva que lleva a Chile, y en particular a nuestra Región, a ser una nación envejecida y triste”.
Finalizó su homilía recordando las palabras de Mons. Raúl Silva Henríquez, al responder a unos jóvenes que le preguntaron por el Chile que quería, les respondió con estas palabras: “Quiero un país donde se pueda vivir el amor. Y por último, quiero para mi patria lo más sagrado que yo pueda decir: que vuelva su mirada hacia el Señor. He dedicado mi vida a esta tarea: que los hombres y mujeres de mi tierra conozcan al Dios vivo y verdadero, que se dejen amar por Él y que lo amen con todo el corazón. Quiero que mi Patria escuche la Buena Noticia del Evangelio de Jesucristo, que tanto consuelo y esperanza trae para todos.
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Texto homilía completa
Fuente: Comunicaciones de Valparaíso