Chile y el catolicismo, una sola historia
Chile y el catolicismo, una sola historia

Testigo y protagonista de estos 200 años de vida independiente, la Iglesia Católica ha estampado de manera decisiva su aporte en los más diversos ámbitos de nuestra sociedad.

Imposible separar la historia de Chile de la presencia de la Iglesia Católica en estos 200 años de vida independiente, y desde prácticamente la llegaba de Pedro de Valdivia. Se unen hasta lo indisoluble, en el detalle de lo cotidiano y también en los grandes acontecimientos históricos. “Creo que el mayor aporte que ha hecho la Iglesia Católica en estos 200 años es que ha sido capaz de colocarse en el signo de cada tiempo. Ha sido una Iglesia viva, con un Cristo presente, en cada uno de los hechos de nuestra historia”, señala el historiador de la Universidad de Chile Marcial Sánchez, autor del libro “Historia de la Iglesia en Chile”.

Para la historiadora de la Universidad Católica, Sol Serrano, la Iglesia Católica chilena, al apoyar tras la Independencia el sistema republicano, “ha contribuido en ese sentido a la estabilidad política. Por otro lado, ha tenido una presencia muy transversal en diferentes segmentos de la población. En una sociedad tan jerárquica como la chilena, la Iglesia ha sido un puente entre distintos sectores sociales”.

Forjadora de la patria
La influencia de la Iglesia en la conformación de la identidad nacional ha sido decisiva, símbolo de lo cual, por ejemplo, es la Virgen del Carmen como patrona de Chile; o que el primer periódico del país fuera fundado por el religioso Fray Camilo Henríquez. Para el Padre Juan Debesa, licenciado en historia y teología, y profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario, “esta influencia es natural en Chile, por la cercanía que hubo siempre entre el Estado y la Iglesia, desde los primeros años de la Colonia, cuando ya con los primeros conquistadores llegaron sacerdotes y miembros de las órdenes religiosas que trajeron la fe”.
Y en ese encuentro de dos mundos, el español y el indígena, el Padre Debesa observa que “la Iglesia tuvo una preocupación clarísima primero por defender los derechos de los nativos; en ese esfuerzo hubo sacerdotes y Obispos que se destacaron, como Fray Diego de Medellín”.

Y la contribución de la Iglesia, destacan los tres expertos, se ha dado a lo largo de nuestra historia en los más diversos ámbitos: educación, derechos humanos, lucha por la justicia social, salud, creación artística y cultural, y en la acción política.

Educación católica:
Formando generaciones


Las primeras escuelas, colegios y universidades fueron de Iglesia. Pionera es la escuela ligada a la comunidad contemplativa Santa Isabel de Hungría, en Osorno, que comienza la educación de las indígenas alrededor de 1563. En 1583 se crea el Seminario, primer colegio secundario del país. En 1622, en tanto, se funda la Universidad Pontificia de Estudio General Santo Tomás de Aquino, primera institución de educación superior en suelo chileno, transformada después en la Universidad de San Felipe, la que traspasará sus bienes ya en la República a la naciente Universidad de Chile (1842).

En las últimas décadas del siglo XIX, explica Sol Serrano, “la educación católica se fortaleció verdaderamente en los tres niveles educativos –primaria, secundaria y superior-, de la mano de congregaciones educacionales europeas y, mucho más tarde, norteamericanas”. Y agrega: “La educación católica ha sido la más grande en el sector privado, ha incorporado a todos los sectores sociales y ha sido importante en mantener la diversidad de carismas educativos”. Y, como expresión de la colaboración entre la Iglesia y el Estado, Sol Serrano apunta que “la educación católica destinada a los sectores populares ha recibido subvención estatal desde muy temprano”.

Como subraya Marcial Sánchez, de las aulas de instituciones educacionales católicas “han egresado grandes personalidades que ayudaron al progreso de este país”. Asimismo destaca, entre muchos otros hitos, la fundación de la Universidad Católica de Chile, en 1888, “hasta el día de hoy un bastión del conocimiento”.

Derechos humanos y pobreza:
Una vocación evangélica


Surge la “Cuestión Social” (fines del siglo XIX y principios del XX), sobre las condiciones de trabajo de los obreros y “los laicos adquieren mayor presencia y aparece el Movimiento Socialcristiano”, describe el Padre Juan Debesa. Figura insoslayable en el compromiso de la Iglesia con la justicia es San Alberto Hurtado, “cuyo influjo llega hasta hoy”, acota Marcial Sánchez. Sol Serrano agrega que “en el siglo XX la Iglesia fue muy importante en el mundo campesino y en su organización; ese era el sector más abandonado de la sociedad chilena”, a la vez resalta que “siempre sectores importantes de la Iglesia han estado físicamente con y entre los pobres, en la vida parroquial, en las organizaciones y colegios”.

La Iglesia también ha jugado un rol importante en la defensa y promoción de los derechos de los más débiles y perseguidos, en épocas absolutamente distintas. Durante la Colonia, como apunta el Padre Debesa, personajes como el dominico Bernardo Carrasco y Saavedra o el Obispo de Santiago, Diego de Humanzoro, lucharon por la defensa de los indígenas.

Siglos después, destaca sin duda la vital defensa de los derechos humanos durante el régimen militar. Sol Serrano sostiene que “la enorme ayuda que la Iglesia prestó a las víctimas y a sus familiares en ese período, todo lo que ella hizo, permitió luego poder hacer un reconocimiento a la dignidad de las víctimas y la reparación –dentro de lo que se puede reparar lo irreparable- a sus familiares. La labor de la Vicaría de la Solidaridad fue fundamental tanto para el Informe Rettig como para la Comisión Valech”.

¿Y por qué para la Iglesia ha sido primordial la defensa y promoción de la dignidad humana? No es por una cuestión política, sino “porque es propio de su misión evangelizadora”, responde el Padre Debesa.


Acción pastoral:
El largo camino de la evangelización


“La Iglesia nunca ha dejado de hacer misión. Por ejemplo, en el sur de Chile, desde la llegada de los españoles hasta el día de hoy, hay sacerdotes junto a la gente, insertos en el contexto social”, explica Marcial Sánchez. Dicha evangelización, agrega el Padre Debesa, es una realidad “desde la celebración de la primera misa en el Estrecho de Todos los Santos, descubierto por Hernando de Magallanes en 1520”.

En el siglo XIX, observa el Padre Debesa, existe una vida eclesial con mucha movilidad social y un magisterio pastoral claro y firme ante los sucesos. Ya en el siglo XX, con la separación de la Iglesia y el Estado en 1925, se crean muchas diócesis y la Iglesia adquiere una total libertad para su misión evangelizadora, ya sin la tutela estatal. En tanto en 1931 nace la Acción Católica y se fortalece el proceso de participación laical ya existente. En la segunda mitad de la centuria pasada, tras el Concilio Vaticano II (1962-1965), se realiza un Sínodo Diocesano en Santiago que orienta la Pastoral a partir de las comunidades cristianas de base.
La Iglesia chilena ha tenido además, destaca el sacerdote, un importante rol a nivel del continente, especialmente en la conformación del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y las Conferencias de Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo.

La V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida (Brasil) el año 2007otorga un nuevo impulso misionero a la Iglesia latinoamericana y chilena, desafío asumido en la actualidad por todas las diócesis de nuestro país, a través de la Misión Continental.

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Fuente: DOP www.iglesiadesantiago.cl
Santiago, 14 de Septiembre, 2010

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