“El día del fallecimiento de este santo chileno, dijo monseñor Larraín: ha sido este hombre la visita de Dios para Chile, y después de más de 50 años de su muerte, podemos seguir repitiendo exactamente lo mismo: Alberto Hurtado ha sido una visita de Dios para Chile y para la Iglesia. Para que con el testimonio de este hombre santo, no nos olvidemos de que existe una profunda unidad entre el altar y el rostro sufriente de mi hermano”. Con estas palabras comenzó su homilía el Obispo de Iquique, en la misa celebrada en la parroquia San Norberto.
“Muéstrame tu obra y para comprender tu fe. Muéstrame tu fe y yo te mostraré mi obra. ¿Cuál es la obra de la fe?, es precisamente la que ocurre por ese encuentro entre el Sacramento del Altar y el Sacramento del Hermano. Este es el corazón de San Alberto Hurtado que supo, contemplando al Señor en la oración; en la intimidad de la eucaristía; en el encuentro permanente con Él, encontrarlo, descubrirlo, discernirlo, en las necesidades del prójimo, y ahí abrazarlo”, afirmó.
También señaló que uno de los peligros de la Iglesia y en las comunidades es hoy, abrazar a Cristo hoy en el Altar del Sacramento y olvidarlo en el del hermano “a eso le llamamos espiritualismo, y eso no produce la obra de la fe. Produce entusiasmo, narcótico que nos dopa para olvidarnos de la realidad”.
El Pastor de Iquique, continuó su homilía y dijo que la obra de la fe, es también lo que muestra el Evangelio “cuestiones concretas, que realmente se verifican en la realidad: el hambre, la desnudez, la soledad, la prisión, la enfermedad etc., en donde se verifica la actitud del cristiano, del discípulo. Esta es la implicación del Evangelio, colocarnos frente a la realidad, para descubrir y abrazar, al que ama y al que busca el rostro de Jesucristo”.
“Pidámosle al Señor, contemplando a San Alberto Hurtado, que aumenta esta capacidad en nosotros, de acoger y abrazar al hermano. Nos obstante, ahí no se acaba la obra de la fe, sino que también implica cuestiones fundamentales de nuestra actitud como cristianos. Las obras de la fe, en primer lugar producen la paz, que nos lleva al diálogo, a acoger, a ser receptores del otro. Nos lleva a bajar las armas para fomentar la comunicación, y no solamente el armamento que defiende la soberanía de un país o el que busca destruir corporalmente al otro, sino también hay otro armas que ha que bajar porque también hacen daño, por ejemplo, la lengua que es tan mortífera y que hace tanto daño, muchas veces peor que un misil porque viene del pensamiento y brota del corazón. Hay que bajarla en el trabajo, en el encuentro con los demás, en mi opinión de los otros”.
Fue enfático al decir que para que se produzca la obra de la fe, junto con buscar la paz “hemos de buscar la justicia. La justicia que es darle a cada uno lo que corresponde, y preocuparnos porque así sea. Cuando comenzamos a buscarla, nos daremos cuenta, como recordaba el padre Hurtado, que muchas de nuestras acciones no hacen sino que buscar la justicia porque recién cuando termina la justicia, comienza la caridad. Por tanto, el pan que das o que compartes, el bien que estás dando, ten cuidado que te tranquilice la conciencia porque muchas de las acciones que realizamos, son simplemente actos de justicia a la dignidad de la persona”.
La caridad es la actitud más honda, radical y está movida por el amor “es decir, por Cristo. La contemplación del Señor en las cosas que digo y que hago, en los compromisos que asumo, esto es propio de los cristianos. Lo anterior: la paz y la justicia, su búsqueda nos permiten tejer las redes, organizarnos socialmente, poder vincularnos y buscar caminos, pero el cristiano, no se conforma con ello. Los cristianos tenemos, aún más, buscar el rostro de Jesucristo, y ahora, amar”.
Al respecto, añadió que “todo esto implica la renuncia a ti mismo, el entregarte en el vaso de agua y en el pan, porque no basta el pan ni el vaso de agua ni el abrigo, ahora en eso, te tienes que entregar tú, y eso duele, por eso, hay que dar hasta que duela, pero ¿qué quiere decir?. Es mucho más que ir a compartir el egoísmo, es entrar en la profunda dinámica de ser cristianos en lo social, por eso, cuando nos concentramos en el Altar, hemos de pedirle al Señor que nos de estos dones, estas gracias, para que podamos nosotros también, vivirlas como Alberto en la realidad que hoy día nos toca”.
Fuente: Comunicaciones Iquique