El Padre Sergio Lorenzini cumple en noviembre 12 años como misionero chileno en Sudáfrica. Cada dos años viene por cuatro semanas a ver a su familia y a tomar contacto con su Iglesia en Santiago. Esta vez adelantó en unos meses su viaje para estar en el cumpleaños 80 de su mamá. Son seis hermanos. Una hermana fallecida. Sus papás tienen 56 años de casados y el propio Padre Sergio cumple el domingo 14 de agosto 16 años de sacerdote.
En estos años ha estado en tres lugares distintos: en las poblaciones de Benoni y luego en Soweto, que está en el sur-oeste de Johanesburgo, donde trabajó un par de años. “Pero mientras estaba en eso el Arzobispo me llamó porque los franciscanos iban a dejar tres parroquias juntas, por falta de personal. Así que me fui de párroco a atender yo solo las tres parroquias, durante un año, hasta que encontraron otro sacerdote que se hizo cargo de una, así que ahora estoy con dos parroquias. Allí llevo tres años”.
Tras la fiesta del fútbol, los pobres seguirán igual
Es inevitable, aprovechando su estada en Santiago, preguntarle por la experiencia del Mundial en Sudáfrica. “Fue un mes de juerga”, grafica. “Los colegios no funcionaban, toda la gente estaba eufórica. Se introdujo los ‘viernes del mundial’. Los viernes toda la gente, incluso en la pega, se vestía con la polera de los Bafana Bafana, de la selección nacional. Era divertido, en los supermercados, en las oficinas, todo el mundo con la polera de la selección local. Y muy ruidoso con lo de las vuvuzelas. Fue un mes de juerga, en realidad”.
Consultado si habrá beneficios económicos para un país tan pobre como Sudáfrica, dice que “habrá que ver. Probablemente poco o nada va a quedar, porque la FIFA es muy posesiva con el tema del Mundial y sólo canaliza las platas a los auspiciadores. A la gente no le va a llegar nada. Por ahí dicen que se van a armar varias escuelas de fútbol en las poblaciones, pero mucho más que eso a lo mejor no. Se hizo un gasto inmenso. Estamos hablando de billones de dólares para construir los estadios que, ustedes vieron, son a todo nivel”.
Aunque fue invitado a ver uno de los partidos, prefirió no viajar a Nelspruit, por lo lejos y porque “para mí era mucho más entretenido verlo con la gente de mi población. Mucho más entretenido”.
En busca de la solidaridad chilena
Una de las parroquias que atiende se llama San Francisco Javier, la más grande, que tiene 250 mil habitantes, de los cuales el 3% es católico. La otra parroquia se llama San Antonio y no tiene templo. Celebran la misa en un hall de ladrillo “que nos quedó terriblemente chico”. Además, se construyen cerca de mil casas a una cuadra. “No vamos a poder acoger a los nuevos habitantes. Ya estoy celebrado con 50 críos alrededor del altar, porque no tenemos espacio. Tenemos los planos para un templo parroquial, pero nos faltan los fondos para construirlo”.
Aprovechando su venida, el Padre Sergio Lorenzini celebró la misa en algunas parroquias del sector alto de Santiago, donde pidió ayuda. “Pero llegué en pésimo año, confiesa, porque es el año del terremoto; con todo han sido muy generosos. Lo que hice fue abrir una
cuenta corriente BCI, la 81796927. El ideal es un templo de ladrillo y estructura metálica para 300 personas sentadas. Los planos son de una iglesia muy sencilla, que nos va a salir entre 200 y 250 millones de pesos. Si fuera con oficinas necesitaríamos más plata”.
Este misionero chileno que ejerce su ministerio en Sudáfrica pide que lo ayuden a levantar su sencilla parroquia: “Quiero pedir especialmente a los católicos de Santiago –porque yo estoy enviado por la Iglesia en Santiago a Sudáfrica- que sean todavía más generosos, que ya lo han sido por el terremoto, y nos ayuden a construir ese templo”.
Cuenta que cuando la selección española fue al mundial, ya desde España ellos se habían puesto de acuerdo para que antes de abandonar Sudáfrica, al término del Mundial, dejar algo en el país. Entre los mismos jugadores y cuerpo técnico juntaron plata y construyeron una escuelita cerca del lugar donde estaban. “¡Qué lindo hubiera sido que Chile hubiera dejado algo!, reflexiona. “Pero ahora es la oportunidad de un aporte de la Iglesia en Santiago o de Chile para un templo parroquial en Sudáfrica”, agrega animado.
Hasta ahora ha logrado reunir alrededor de 30 millones de pesos. La mitad de esa suma es el fruto de dos años y medio de recolección de fondos. La otra mitad, gracias a los aportes de diversas parroquias y comunidades de Santiago, durante esta vista a Chile. “He estado en San Francisco de Sales, la Inmaculada Concepción de Vitacura, en Santa María de La Condes y en el colegio Padre Hurtado. Además de alguno particulares, me está ayudando con su oración, incluso con su apoyo material, la parroquia Jesús Servidor, de Lo Hermida”.
El Padre Sergio afirma que la lejanía geográfica no es tan grave “cuando uno se sabe enviado por la Iglesia. Con la fragilidad de cada uno, yo me siento un signo de esta Iglesia local en Sudáfrica. Esa relación casi sacramental es bien importante para mí”.
Relata que su vida cotidiana en Sudáfrica es “como la de cualquier cura, sólo que yo estoy entremedio de una población muy pobre”. Visita las comunidades, atiende a los enfermos, construye pastoral para los desafíos grandes que tienen, como el hambre y el sida.
Fuente DOP www.iglesiadesantiago.cl