El sacerdote diocesano chileno Sergio Lorenzini (46 años) es muy conocido en los suburbios de la ciudad de Johannesburgo. Vive en esa ciudad sudafricana desde hace más de diez años. Siendo seminarista decidió que su sacerdocio lo ejercería como misionero allí. ¿Por qué? “Como signo de solidaridad entre la Iglesia de Santiago con la Iglesia en Johannesburgo”, responde. A continuación, la entrevista completa realizada vía correo electrónico.
¿Cuál es la virtud que más valoras del pueblo sudafricano y por qué?
Su sentido comunitario es muy fuerte. Tienen esa intuición muy humana y muy evangélica de que "una persona es persona a través de otros", algo que acá llaman "ubuntu". Parafraseando al Cardenal Silva Enríquez, es probablemente lo que constituye "el alma de Sudáfrica". Se nota en muchos aspectos: la acogida de huérfanos de Sida como si fueran hijos propios, o el hecho de que la formación de un niño es responsabilidad de todos (no sólo de los padres), o el que los funerales sean algo no sólo de familiares y amigos, sino del barrio entero... Esta dimensión comunitaria me ha hecho más evidente que nunca lo dañino del virus del individualismo que nos afecta tanto en las culturas más "occidentales".
¿Cuál es el dolor más grande que tiene el país actualmente?
Los grandes dolores van de la mano, como si fueran amigos: la pobreza y el Sida. A pesar de no tener una relación directa de causa-efecto, sí se potencian mutuamente. Lo más doloroso es ver familias desaparecer, padres celebrando el funeral de sus hijos(as)... y sin tener ninguna esperanza de cambio sustancial en el futuro cercano.
¿En qué favorece y en qué perjudica a la gente común y corriente la realización del Mundial de Fútbol?
Las ventajas que ellos perciben son en primer lugar turísticas y de negocios (ambas algo infladas probablemente). Pero es también una especie de orgullo patrio estar en primer plano mundial. Sin duda, ha desviado la atención de las penas diarias y de problemas reales. Ha habido una inversión muy grande en infraestructura (caminos, aeropuertos).
Las desventajas son parte de unas exageradas expectativas en el sentido que el Mundial iba a cambiar la vida de los sudafricanos. Hay muchos que están nerviosos por lo que pueda pasar una vez terminado el Mundial, cuando se vea que, en realidad, no es mucho lo que cambió, salvo el hecho de tener un mes de alegría futbolera... Eso sí, una inmensa alegría.
En esto de los mundiales, la cantidad de plata que se gasta es astronómica... varios billones de dólares. Cuánto de eso redundará en una mejor calidad de vida para los pobres? Probablemente poco y, en muchos casos, nada. Y eso no es justo.
El entrenador de los sudafricanos recibe un salario todavía mayor al de su colega de "La Roja". Eso, en un país (y en un continente) como éste, no parece ético. Capaz que sea hora de que hablemos, ya no sólo del salario ético-mínimo, sino del salario ético para arriba...
Por otra parte, la Fifa prohíbe la venta de poleras mundialeras y recuerdos que no estén bajo su alero patrocinador; lo que ha significado que muchos que pensaban ganarse unos pesos en eso no pueden hacerlo. Por otra parte, las millonarias concesiones para construir estadios nuevos han parado en pocas manos; y los empleos generados, ya terminaron (de hecho, ayer entregaron la última cifra de desempleo, el cual ha subido en el último año).
¿Qué va a significar para ti personalmente ver a la selección y tener a más compatriotas en tu tierra de misión?
A mí me gusta el fútbol. Me voy a repartir entre casas y grupos parroquiales para ver los partidos de Chile y de Sudáfrica (obviamente, tengo banderas de ambos países...). Va a ser entretenido ver los partidos con la gente de nuestra población: son gritones y apasionados... y eso sumado a las vuvuzelas...
Actualmente, ¿cuáles tu servicio pastoral? ¿a cuántas personas atiendes?
Estoy de párroco de dos parroquias. Las poblaciones en las que se encuentran son grandes (de 80 y 240 mil personas, respectivamente), aunque de una minoría católica. Del futuro (plazos y fechas) Dios dirá. Por ahora sigo en esta misión que, para mí, no es sólo el trabajo que hago en este lugar, sino además, ser un signo (como los hay otros) de la solidaridad de la Iglesia de Santiago con la de Johannesburgo (y Africa, en general).
Fuente: www.periodicoencuentro.cl