En un templo repleto de fieles, con velas encendidas desde el cirio pascual que fue prendido tras la bendición del fuego, a la entrada de la parroquia, se desarrolló la celebración que presidió Monseñor Ezzati, en la que también bendijo el agua para renovar las promesas bautismales.
Con mucha fuerza Monseñor anunció, tras el Aleluya: “¡Jesús ha resucitado y está vivo en medio de nosotros!” Agregó: “Necesitamos que nuestro corazón se abra al canto de la esperanza y del gozo del Aleluya. De verdad, Cristo Jesús ha resucitado y con una fe ardiente, nos acercamos a Aquel que fue crucificado”.
Dijo, en su mensaje, que la paz que el Señor nos trae es, en primer lugar, es la paz del corazón. “Nos viene a decir con su resurrección que la vida de Dios ha sido injertada en nuestra propia vida humana; que en esta vida humana, de cada uno de nosotros, marcada por el pecado, por el egoísmo, por el miedo, por la desesperanza, Él ha injertado su vida de resucitado”, subrayó.
Manifestó que el Señor nos invita a contemplarlo como “vencedor de la muerte y del pecado, del egoísmo y del odio, vencedor de todos los males que aquejan a este mundo. El había llevado a la cruz toda nuestra miseria. Allí el pecado y la debilidad humana quedaron crucificados con Jesús. Hoy, Él nos invita a vivir de una vida nueva, a ser hombres y mujeres nuevos; hombres y mujeres que prolongan la resurrección del Señor en la propia vida”.
Monseñor llamó a los fieles a renovar su fe y a ser cristianos auténticos, pidiendo al Señor “que derribe, de nuestro corazón, todos aquellos elementos que hemos construido con nuestro orgullo y pecado. Que el Señor nos devuelva la vida divina. Digámosle que queremos comprometernos, creyendo en Él, en su Iglesia, a ser hombres y mujeres nuevos. La renovación de las promesas bautismales, en esta noche, tienen justamente ese sentido profundo”.
Motivó a los fieles a salir del templo a las calles de la ciudad con la certeza de la esperanza que habita en el corazón. “Vamos al mundo con la luz de la vela encendida de nuestra fe; ir a la vida diaria sabiendo que el Señor nos acompaña, nos precede, nos bendice y nos da su paz. Podemos volver a nuestras familias y allí, construir la Iglesia doméstica en el amor y la fidelidad; podemos volver a los lugares de nuestra vida cotidiana y allí, junto a nuestros vecinos ser constructores de la paz del Señor, ser constructores de la comunión que el Señor nos regala; podemos volver a nuestros lugares de trabajo para hacer presente el reino de Dios”, animó con su palabra.
Recordando la reciente tragedia, Monseñor los animó también a “volver a nuestra ciudad y a nuestras calles con los signos de la destrucción, pero con el corazón ardiendo, para poner nuestras mejores energías para construir una ciudad más humana, con un corazon capaz de solidaridad, de amor y capaz de fe en Dios”, concluyendo que con Cristo Resucitado “no hay tinieblas, sino luz; con Cristo resucitado no hay muerte, sino vida”.
Fuente: Comunicaciones Concepción