En la Misa Crismal que se celebró, este año, en la parroquia San José, con una masiva presencia de fieles, Monseñor animó a los sacerdotes a fortalecer su vocación. En la ocasión, fueron bendecidos también los óleos de los enfermos, los catecúmenos y se consagró el Santo Crisma.
En la oportunidad, Monseñor Ezzati saludó con afecto paterno a sacerdotes, diáconos, religiosas, seminaristas y laicos. Dijo que la presencia masiva de fieles “manifiesta el aprecio que nutre hacia los pastores que Dios ha puesto frente de su Iglesia, en cada una de las parroquias y comunidades de la arquidiócesis y además, es signo de su convicción profunda de su pertenencia a la Iglesia, que quiere caminar unida para ser signo e instrumento eficaz del amor de Dios en nuestro mundo.
A los sacerdotes expresó: “en la víspera del día de institución del sacerdocio, sintámonos uno, uno en Cristo, partícipes de su único sacerdocio ministerial, la gracia que marca providencialmente su existencia”, recordando que dicha celebración se enmarca en el Año Sacerdotal que “habla de la fidelidad de Dos hacia los sacerdotes y de fidelidad hacia Él”. Agradeció el testimonio de la vida consagrada que como la de Jesús quiere ser al servicio del pueblo de Dios.
Dirigiéndose especialmente hacia su Presbiterio, Monseñor Ezzati señaló a los fieles: “Ellos son sus sacerdotes, es decir, los pastores que presiden en la fe sus comunidades y que los acompañan en su peregrinación por las vicisitudes del mundo, les anuncian el nombre bendito de Jesucristo en la eucaristía y en los demás sacramentos de salvación y actualizan para ustedes la entrega servidora del Señor Jesús”.
Los llamó a “permanecer despiertos y vigilantes para nunca se adormezca la conciencia que han recibido, por la imposición de las manos de su obispo” y reflexionó precisando que “la vocación es una gracia” y los motivó a aceptar con fe la misión del resucitado, ya que “llevan un tesoro en vasijas de greda”.
Monseñor expresó “de cara al Señor y de frente a los hermanos que queremos asumir lo que confunde y nos avergüenza, nuestro propio pecado, nuestra propia inconsistencia y basura. Cuánta pequeñez, cuánta resistencia, cuántas incongruencias, cuánto pecado está presente también en la vida sacerdotal. No se trata sólo de la basura ajena, de la basura del vecino. Quién de nosotros no ha contribuido a manchar la vestidura de Cristo con la propia inconsecuencia y pecado? De cara al Señor y frente a los hermanos laicos, que guiados por nuestra misión pastoral, queremos asumir lo que nos confunde y avergüenza, lo que nos hace pedir perdón por nuestro propio pecado, nuestra propia inconsistencia, nuestra propia basura. Frente a Dios y frente a ustedes nos hacemos cargo de nuestras debilidades y pedimos perdón por nuestro pecado y con humildad queremos que ustedes nos tiendan su mano de hermanos, para renovar el compromiso de enfrentar nuestra vida, cada vez más, en el Señor y ser para ustedes pastores, según el corazón de Cristo”.
Más adelante señaló que “si esta realidad, hermanos sacerdotes, nos abruma, nos asombra el don y el poder de la gracia. No teman, de hoy en adelante serán pescadores de hombres. Porque pobres y pecadores queremos renovar nuestra confianza en quien nos ha llamado, para comprometernos más estrechamente con el Señor Jesús, renunciando a nosotros mismos y cumpliendo los sagrados deberes, que movidos por el amor a Cristo y para el servicio de su iglesia, asumimos en el día de nuestra ordenación sacerdotal”.
En una segunda reflexión, Monseñor Ezzati subrayó que “nuestra vocación y nuestro ministerio están llamados a transformarse en viviente epifanía de Cristo. Es decir, en una lúcida manifestación de la presencia y del amor de Cristo en medio del mundo. La vocación de todo cristiano y, en particular del presbítero, es ser discípulos que acogen cordialmente la palabra de Dios y misioneros que la transmiten con fe.”
Se refirió, además, respecto a que el reciente terremoto y maremoto que afectó la zona, “nos invita a asumir con parresía la misión de ser epifanía viviente de Cristo en medio de nuestros hermanos. Esta es la vocación de la Iglesia y es nuestra vocación presbiteral. Evangelizar, en efecto, constituye una dicha y la vocación propia de la Iglesia; su identidad más profunda. La Iglesia existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, para ser canal del don de la gracia, para reconciliar a los pecadores con Dios, para perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa misa. Para actuar de esta manera es necesario tener un motivo, es decir, una profunda motivación: estar enamorado de Dios, haber realizado la experiencia de su amistad, su intimidad,”.
Luego los animó diciendo: “Hoy, Jesús necesita de ustedes, de apóstoles que lleguen a descubrir en el corazón de la gente, en sus alegrías y en sus miedos el deseo no siempre explicito de ver a Jesús y de encontrarse con el, y solo el discípulo que ya esta cercano al señor, permanece en su amor podrá descubrir entre el que le busca, quien desea en realidad encontrarlo. Solo el discípulo que sigue a Jesús podrá ser mediador de un encuentro que salva, que lleva a la conversión y a la comunión y que impulsa a la solidaridad”.
Recalcó que es necesario ser mediadores de este encuentro salvador con Jesús es la misión fundamental de los presbíteros. “Si no lo hacemos nosotros, quién presentará a Jesús los sueños y las necesidades de la gente; si no lo hacemos nosotros, quién posibilitará a la gente a acercarse a Jesús y verlo; no dejemos, hermanos, de escuchar el grito explícito o implícito de quien quiere ver a Jesús”.
Los entusiasmó a mirar a la Virgen María, a los Apóstoles, especialmente Pedro y Pablo, a los ejemplos de tantos santos sacerdotes, audaces misioneros del reino; a mirar la imagen y la misión de San Juan María Vianney, la misión continental y la misión permanente, que urge la respuesta de la vocación sacerdotal. “No tengan miedo, porque también en nuestra pequeñez, el espíritu del señor está sobre nosotros, el espíritu del Señor nos ha consagrado con la unción y nos envía para anunciar la buena noticia”.
Finalmente, llamó a todos los fieles, indicando que “amino de santidad de sus hermanos sacerdotes es tarea de toda la iglesia, de cada uno ellos y del obispo, pero también es tarea de todos ustedes. Ayúdenlos a caminar en fidelidad en la vocación que han recibido y en la hermosa misión de anunciar a Jesucristo. Junto a ellos sean ustedes mismos epifanía del amor de Dios para todos, los pobres y quienes no tienen esperanza”, concluyó.
Fuente: Comunicaciones Concepción