La celebración de la festividad de San Sebastián, más conocida como “20 Chico”, que se realizó en Yumbel, se cumplió con plena tranquilidad, gracias al apoyo de distintas autoridades. Los fieles agradecieron a Dios, especialmente por el don de la vida.
Durante la celebración de la eucaristía que presidió Mons. Ezzati se apreció una gran multitud, de un pueblo esperanzado en el Señor, tras los días previos vividos con angustia y dolor. Las medidas de seguridad tomadas para esta ocasión funcionaron perfectamente. El alcalde de Yumbel, Camilo Cabezas Vega, manifestó que “la concurrencia nos parece extraordinaria, el hombre vuelve a sus raíces y que ante los embates de la naturaleza somos tan pequeños y no pensamos en construir, sino en destruir y no nos preocupamos en ser más hermanos, sino en criticar. Esta fecha es una instancia de recogimiento donde nos podemos reencontrar como hermanos.”
El Arzobispo recordó que como todos los años muchos han recurrido al santuario de Yumbel para mirar la figura de San Sebastián y encontrar, en su ejemplo, un modelo de vida para nuestra propia vida. “Sin embargo, este año lo hacemos desde una experiencia peculiar, no una experiencia de todos los años. Venimos después de haber sufrido las consecuencias de un terrible terremoto y un maremoto; venimos con un corazón lleno de temor y de angustia, venimos con el dolor de haber contemplado a hermanos y hermanas que han perdido su vida, su vivienda y que temen la cesantía y el futuro. A lo mejor muchos de nosotros también hemos sufrido la destrucción de nuestra vivienda o algunos daños en ella, y hemos venido aquí con el corazón lleno de fe y de esperanza. ¿Y qué cosa venimos a ofrecerle al Señor? En primer lugar, venimos a ofrecer una acción de gracias, en estos días de dolor. Al acercarme a mucha gente y preguntándole cómo están, la primera respuesta es “gracias a Dios estamos con vida”. Esta expresión tan sencilla proviene de un corazón creyente de nuestro pueblo chileno, del corazón que aprecia fundamentalmente dos grandes dones de nuestra existencia: la fe en Dios y la fe en la vida”.
Reflexionó sobre las circunstancias vividas. “Nos creíamos un país que ya había salido del subdesarrollo, que había construido grandes carreteras, que tenía centros comerciales llenos de consumo, pero bastaron solamente dos minutos y medio para que todo se viniera abajo. ¿Y qué apareció? Apareció el hombre y la mujer que somos, con la capacidad y la generosidad de vivir en la solidaridad, pero también con la pasiones más bajas que están dentro de nosotros, con esa fuerza del mal y del pecado que nos impulsan a realizar el mal y a aprovecharnos, incluso, de un momento tan doloroso para cometer acciones que son indignas de la persona humana y ante eso, que ni uno quede excluido, me pongo en primer lugar, estamos aquí para pedirle perdón al Señor, porque no hemos sabido construir nuestra propia vida, la vida de nuestra sociedad sobre los valores más profundos de nuestra fe y de lo que nuestros padres quisieron construir de la identidad nacional sobre la fe, sobre los valores del evangelio. Pedirle perdón al Señor, porque nos habíamos olvidado de Él, y le queremos decir que queremos aprovechar este terremoto para realizar un terremoto interior en nuestro corazón, para que se derriben todos los muros que no sirven, todas la grietas y podamos construir nuestra vida, nuestra sociedad en la roca firme que es Jesucristo. Que fácil es decir los demás se portaron mal, yo me porté bien, que fácil es decir ellos robaron, nosotros no, pero si miramos de verdad nuestro corazón descubriremos que todos somos deudores delante del Señor y que todos necesitamos en esta hora pedirle humildemente perdón dejando de lado el juicio malévolo o dejando de lado el rencor, el odio que nos ha dividido, este es el momento para reconstruirnos en la paz, en la comunión reconciliados con Dios y reconciliados entre nosotros”, enfatizó.
Manifestó que además de dar gracias y pedir perdón, es fundamental pedir esperanza y fortaleza. “En esto, San Sebastián es ejemplo. Cuánta fortaleza en su vida de joven, en la vida que se estaba abriendo a un futuro que él también soñaba bello y hermoso. ¡Qué fuerte! No cedió ante la tentación y a ante quién lo seducía a renunciar a su vocación, porque refirió morir fiel al Señor, fiel a su fe antes que gozar de una vida que también habría terminado en el tiempo. Prefirió la vida eterna que el Señor le había regalado desde el momento de su bautismo. Yo me pregunto: ¿Necesitamos fortaleza? Escuchando a una famita que venía de una de las zonas más afectadas de nuestra región, me contaba que habían perdido a sus seres queridos más cercanos. Cuando escuchaba, durante estas semanas, a la gente que lo había perdido todo, su casa, su esperanza, cuánta fortaleza necesitamos. ¿De dónde nos vendrá esa fortaleza? ¿De nuestra soberbia humana? No. La fortaleza que necesitamos nos viene de Dios, solamente si somos humildes y aceptamos tener nuestra mano en la mano de Dios encontramos la fortaleza para levantarnos, unirnos, mirar al futuro y para pensar en todos los recursos, en todos los dones, en todos los talentos que el Señor nos ha regalado para iniciar una verdadera reconstrucción de nuestras familias y nuestro país”.
Expresó que tener fortaleza es necesario fortalecer nuestra vida interior, nuestra vida de fe, nuestra pertenencia viva a la Iglesia de Jesucristo. Concluyó señalando que “este terremoto y maremoto que hemos sufrido nos eduquen a buscar constantemente en Dios la fortaleza que necesitamos, porque Dios no nos deja abandonados. El Señor me liberó de todos mis temores, decíamos en el salmo, feliz el hombre que supera todas las pruebas, recibirá la corona de la vida. Pidámosle a San Sebastián que interceda por nosotros, para que en medio de nuestra tribulación y dolor podamos levantar nuestros ojos hacia el cielo y descubrir que Dios es Padre, que su Hijo Jesús está a nuestro lado; que el Espíritu nos infunda sentimientos de fraternidad y de solidaridad. Cómo no dar gracias a Dios por esa generosidad que ha surgido en tanta gente, en jóvenes que han trabajado día y noche para socorrer a sus hermanos, cómo no dar gracias a Dios por tantos gestos sencillos que han brotado del corazón de hombres y mujeres que habiendo ellos mismo sufrido fueron capaces de darse cuenta que al lado habían otras persona que también sufrían”.
Las misas, que se celebraron cada dos horas, se desarrollaron en el campo de oración del santuario y a diferencia de años anteriores, el templo debió permanecer cerrado, debido a los daños sufridos por el terremoto. A las 17:00 horas, se efectuó la procesión, con presencia de los Obispos, sacerdotes, religiosas y seminaristas. La imagen de San Sebastián fue sacada por las calles de la ciudad, escoltada por fieles y acompañada por huasos montados en hermosos caballos.
Fuente: Comunicaciones Concepción
[img]http://www.iglesia.cl/breves_new/fotos/20100321_concepcion02.jpg[/img] [img]http://www.iglesia.cl/breves_new/fotos/20100321_concepcion03.jpg[/img]
[img]http://www.iglesia.cl/breves_new/fotos/20100321_concepcion04.jpg[/img]