Mons. Ricardo Ezzati alabó la fortaleza frente al desastre
Un recorrido por las distintas zonas afectadas por el terremoto y que se encuentran en la jurisdicción de la Arquidiócesis de la Santísima Concepción, ha realizado Monseñor Ricardo Ezzati A., Arzobispo de Concepción, en un gesto de cercanía y para llevar esperanza a tantas familias y personas que han sufrido por el terremoto y maremoto.
Uno de los lugares visitados fue el sector de Santa Clara, en la comuna de Talcahuano, donde compartió con numerosas personas que sufrieron el impacto del maremoto. Posteriormente, acudió a Tomé donde saludó al presbítero Ángel Jiménez, en sus 25 años que cumplió como párroco de la parroquia Nuestra Señora de la Candelaria, templo que sufrió las consecuencias del terremoto, sobre todo en la torre del campanario y que tendrá que ser demolida. Monseñor Ezzati, junto con un cordial abrazo le animó, y le expresó su compromiso con la comunidad de Tomé para levantar la capilla de María Auxiliadora perteneciente a esta parroquia.
El padre Ángel, pese a todo, se ve muy animado y al hablar de Tomé los ojos se le iluminan, y dice muy feliz y agradecido que “la parroquia es muy solidaria en cualquier circunstancia, como ahora. Hemos repartido muchas cosas a pesar de estar mal y he sentido el cariño de la comunidad, el apoyo de los jóvenes, matrimonios, catequistas que siempre están dispuestos a trabajar por la Iglesia”.
Luego de esta visita, el Arzobispo se dirigió a Dichato, zona que fue azotada por el maremoto y donde sólo algunas construcciones lograron permanecer de pie como la capilla. En la oportunidad, Monseñor Ezzati saludó a los habitantes y personas que hoy trabajan en la localidad para entregar abrigo y alimentos a los que han perdido sus casas. “Me alegro que las estructuras de la Iglesia hayan sido puestas a disposición de la comunidad. Fue una de las primeras cosas que como arzobispo dije que el templo más sagrado para el cristiano es la persona humana, y los templos materiales son un signo para que la gente se pueda encontrar con Dios; es necesario que estén dispuestos al servicio, no tan sólo de la vida espiritual de la gente, sino que de las necesidades más urgentes. Yo me alegro que tanto la capilla como el centro comunitario de Dichato estén sirviendo en esto”, señaló.
Después de visitar Dichato el Arzobispo se dirigió a la casa de retiro de Foyer, donde saludó y animó a la comunidad que se puso a trabajar en la reconstrucción a los días del terremoto. En este lugar la capilla resultó muy dañada, perdiendo la mitad de su estructura que se cayó producto del fuerte movimiento. Actualmente están celebrando misa todos los días, donde el número de personas que asisten ha subido después de lo acontecido en la madrugada del 27 de febrero.
Monseñor Ezzati, en su permanente preocupación, también ha visitado sectores de Concepción, Lota, Coronel, Hualqui y Chiguayante. En cada lugar ha constatado lo mucho que hay que hacer para levantar el ánimo y los templos tanto físicos como espirituales. “Se van a necesitar bastantes recursos para restaurar el templo de la catedral, de las parroquias y de las capillas que fueron destruidas y dañadas por el terremoto, así como también para ir en apoyo de las familias que han perdido su casa”, indicó.
El Pastor manifestó que “hay una fortaleza interior que hace posible que, aunque se mueva la tierra, nosotros no nos caigamos. Como dice un salmo: que aunque tiemble la tierra, mi corazón no tiembla porque tengo puesta mi confianza en el Señor. Yo quisiera decirle a toda la gente que esa fortaleza interior, esa fortaleza del espíritu, esa constancia, que no puede botar ni un terremoto 8,8, ni un maremoto, es justamente el cimiento, la consistencia que nos viene de los valores humanos, espirituales y cristianos que nos hacen de verdad hombres y mujeres de bien”.
Comentó que le ha llamado la atención que inmediatamente después del terremoto se haya manifestado la solidaridad. Lamentó, sin embargo que en estas mismas circunstancias “aparecieran también los instintos más bajos de las personas humanas en el pillaje, en el no tender la mano para ayudarse, sino para aprovecharse. Yo creo que eso nos pide una conversión del corazón, así como también nos pide una manera particular de construir el desarrollo sobre valores muy sólidos, y esos valores no son sólo los económicos, sino en ser personas que en una forma armónica crecen al mismo tiempo en lo material y espiritual”.
Fuente: Comunicaciones Concepción
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