Este martes 15 de diciembre de 2009, a las 16.50 hrs., ha fallecido en Santiago de Chile el religioso y sacerdote Ronaldo Muñoz Gibbs, de la Congregación de los Sagrados Corazones.
Había nacido en Santiago el 7 de marzo de 1933. Sus estudios básicos y medios los realizó en el Colegio de los Sagrados Corazones de la misma ciudad. Después de estudiar arquitectura por algunos años, ingresó como religioso a la Congregación en 1954. Profesó sus primeros votos el 27 de marzo de 1955 y, una vez terminados sus estudios eclesiásticos en el Seminario de su Congregación (Los Perales, Valparaíso), recibió allí mismo la ordenación sacerdotal el 23 de julio de 1961.
Enseguida continuó sus estudios de postgrado en la Universidad Gregoriana de Roma donde obtuvo la Licenciatura en Teología, y en el Instituto Católico de París donde obtuvo la habilitación para el doctorado. En 1964 comenzó la docencia académica en Chile, y entre 1966 y 1979 lo hizo en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile. Entre tanto, en 1972, culminó su Doctorado en Teología en Alemania, en la Universidad de Ratisbona, con su tesis “Nueva conciencia de la Iglesia en América Latina”.
Desde los inicios de su ministerio, compartió su tiempo entre el acompañamiento pastoral en sectores populares de Santiago Sur, donde residió la mayor parte de su vida, y el servicio teológico en la Iglesia chilena y latinoamericana.
Entre 1965 y 1980 integró el equipo teológico de la CLAR (confederación latinoamericana de religiosos) y el equipo editor de la colección “Teología y Liberación”. Participó además en equipos de asesores de obispos en las conferencias episcopales de Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Fue profesor invitado en España y Bélgica. Entre 1982 y 1994 fue director de la revista “Pastoral Popular” y entre 1986 y 1997 enseñó teología sistemática en el Instituto Alfonsiano.
Desde 1998 y hasta 2004 residió en la ciudad de Río Bueno (diócesis de Valdivia), sirviendo junto a hermanos de su Congregación en la parroquia del lugar y enseñando teología en la Universidad Católica de Temuco. Desde allí implementó instancias de encuentros de teología y pastoral entre grupos de chilenos y argentinos del sur, con una especial incidencia en la realidad indígena de esas zonas.
A partir de 1960 y hasta 2009 publicó en Chile y en el extranjero varios libros y artículos, entre ellos: Nueva Conciencia de la Iglesia en América Latina (Santiago, Salamanca, Petrópolis, 1973); La Iglesia en el Pueblo: Hacia una Eclesiología Latinoamericana (Lima, Petrópolis, 1983); Pueblo, Comunidad, Evangelio. Escritos Eclesiológicos (Santiago 1994); Nueva Conciencia Cristiana en un mundo globalizado (Santiago, 2009). Su obra más divulgada, Dios de los Cristianos, tiene traducciones en portugués, inglés, francés, italiano y alemán (Santiago, Petrópolis, New York, París, Assisi, Düsseldorf, 1987-90).
De regreso en Santiago en 2005, pasó a vivir junto a sus hermanos de Congregación en el sector poblacional Nueva Lo Espejo, desde continuó desarrollando su compromiso con las comunidades de base del lugar y su amplio servicio teológico y pastoral, especialmente en la formación de laicos. En mayo de 2008 se le detectó un tumor canceroso a la vejiga, cuya difusión orgánica no se pudo detener.
Ronaldo Muñoz fue un sacerdote que siempre quiso vivir entre los pobres y así lo hizo. En ellos pudo encontrar con mayor transparencia el rostro de Jesús; de ellos aprendió la sencillez, la solidaridad, el compromiso. A su vez, los pobres lo acompañaron con su fraterno cariño y muy especialmente en la cercanía de su muerte.
En su quehacer teológico supo hacer una adecuada síntesis entre su formación sistemática y la experiencia vital junto a las comunidades cristianas populares. Surgió de allí su valioso aporte a la Iglesia chilena y latinoamericana, constituyéndose en uno de los más notables teólogos de la liberación. Sus libros y escritos quedarán como testimonio de su búsqueda y de su esperanza.
Murió lleno de fe y esperanza. Poco antes de morir dijo: “Creer en la vida y en la plenitud de la vida más allá de la muerte no es un lugar común. No es algo evidente, no es algo que cae de su peso. Muchos cristianos se dejan seducir por el proyecto de Jesús para humanizar la tierra, pero suspenden su opinión respecto del sentido último de la vida”.
Su amor a la Iglesia lo vivió con constante transparencia y apasionada lealtad. Valoró mucho las vivencias de las primeras comunidades creyentes en Jesús y lamentó a veces el excesivo formalismo estructural de nuestra Iglesia más institucional. Aportó con la práctica de su vida el testimonio de un ministerio sencillo, cercano de la gente, centrado en la Palabra y en la Memoria de Jesús, favoreciendo la fraternidad de todos los discípulos, en apertura total a toda la humanidad.
Intentó siempre poner radicalidad en su vida. Desde la manera de vivir y de vestirse, usando recursos pobres y sencillos, hasta ser para los demás una fuente de inteligencia y sabiduría, sin darse importancia, rehuyendo todo honor o vanagloria.
Fuente: Congregación de los Sagrados Corazones