Por tercer año consecutivo, la Vicaría de Pastoral Universitaria realizó las Misiones Solidarias de verano en la comuna de Carahue. Hasta esta localidad, perteneciente a la provincia de Cautín, en la Región de la Araucanía, llegaron los jóvenes misioneros que este año fueron cerca de 80, todos ellos estudiantes católicos de Educación Superior de Santiago y profesionales jóvenes agrupados por la VPU. Como en años anteriores, la idea era que entre el 11 y el 24 de enero de 2005 estos jóvenes fueran misioneros en 21 comunidades rurales que pertenecen a la Parroquia San Pablo de esa comuna. De la totalidad de las comunidades, en diez de ellas se completaba el ciclo de tres años de misión.
La misión comenzó con dos días de retiro en las dependencias del internado Kim Ruca de Carahue y luego los misioneros fueron llevados a las comunidades en que desarrollaron la misión. En cada uno de los sectores los misioneros fueron acogidos en casas o se alojaron en colegios durante los diez días de trabajo misionero.
Rosita Alvarado, Obstetra de profesión, fue la Coordinadora General de las Misiones en Carahue el 2005, además misionó por tercer año consecutivo en la comunidad de Corrales. Para ella, éste, su tercer año en esa comunidad, fue increíble porque la gente ya la conocía. “Es súper rico llegar porque ya tienes trabajo hecho, la gente te conoce y te quiere. Eso significa también venir por tercer año a esta comunidad: poner fin a un trabajo y empezar a ver los frutos en la comunidad que de a poquito se van viendo. Es muy reconfortante saber que nosotros nos vamos a ir, pero algo va a quedar en Corrales”.
¿Por qué crees que la gente de Corrales y del resto de las comunidades se motiva con las misiones?
“Yo creo que va en la cercanía con la que uno va a las casas y se involucra con la gente, se nota que hay un cariño mutuo y eso influye en la tarea evangelizadora que estamos haciendo. Darnos el tiempo de visitar todas las casas, de hacer actividades grupales, de que se pueda juntar la comunidad y que no sea solo trabajo individual. Estos tres años de misiones me dejan una cantidad increíble de experiencia y de crecimiento”.
Julio Carrasco tiene 24 años y es uno de los seminaristas destinados en el año 2004 a la VPU. Si bien para Julio esta es la octava vez que sale a misionar, es la primera que lo hace con universitarios.
¿Cómo fue tu experiencia en estas misiones de la VPU?
“Fue bien intensa, ya que me tocó estar en tres comunidades. Me cambié desde un lugar donde había muchos evangélicos hasta llegar a una comunidad donde había mucha presencia mapuche. Eso fue muy bonito. Personalmente, creo que todas las misiones entregan algo y son distintas. Me dejan la necesidad de preocuparse por las distintas situaciones que ocurren en Chile ya que hay muchos lugares que necesitan que se anuncie con fuerza la palabra de Dios. Conocí a familias que se esfuerzan por educar a sus hijos con todos los valores cristianos, también a una abuelita que me entregó todo un ejemplo de perseverancia en la edad y por último todo lo que significa respetar el pueblo mapuche”.
Rodrigo Ramírez (24), estudiante de cuarto año de Pedagogía en Castellano en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, fue misionero en Rinconada de Cullinco. Para él también estas fueron sus primeras misiones con la VPU. Según cuenta Rodrigo, quedó sorprendido con el cariño de la gente y sobre todo por la presencia de un gran número de evangélicos en su comunidad. “Me sorprendió encontrar tantos evangélicos y ellos antes todos eran católicos. Siento que tenemos una tarea súper grande ahí”.
Muchas veces el trabajo de los misioneros en las comunidades rurales de Carahue fue complicado. El vivir en situaciones muy distintas a las que están acostumbrados fue todo un desafío que los jóvenes asumieron y lograron solucionar con oración y contacto con la gente. Mery Pérez (18), estudiante de Pedagogía en Religión del Hogar Catequístico, misionó junto con Sergio y Francisco – también de esa misma casa de estudios – en la comunidad de Chanquín. Mery cuenta que tenía mucho miedo al comienzo y se cuestionaba harto. “Al segundo día me quería venir. No aguantaba. No teníamos luz, tampoco agua potable, no había baño ni señal de teléfono. Era súper complicado, de verdad, quería venirme porque además las distancias eran muy grandes entre casas, kilómetros y el rumor que había un león me espantaba terriblemente. Estaba decidida a venirme, pero de repente por esas cosas de Dios que te mueven, que te golpean y te hacen volver a tierra me di ánimo y me dije ‘por algo estoy aquí’. Yo siento que el que viene no es porque sea más bacán sino porque algo quiere anunciar, porque tienes que hacerlo y porque Dios quiere que estés aquí”.
¿Qué te daba fuerzas para seguir en la comunidad misionando?
“Lo que más daba ánimo es la propia gente que vive en este lugar. Ellos esperan a los misioneros, se preparan para recibirlos. Te reciben con un amor que te deja para adentro, porque ellos se sienten olvidados. Eso da fuerza, mucha fuerza. Caminamos mucho pero la gente fue muy acogedora, siempre dispuesta y muy generosa”.
“La gente te abre su casa, te sienta en su mesa sin conocerte, sin saber quién eres. Eso a mi me marca”, dice emocionada Mané Silva estudiante de segundo año de Educación Parvularia en la Universidad Católica, quien misionó en la comunidad de El Manzano. “Te están esperando; por eso digo que es fuerte, porque yo nunca me imaginé que la gente esperaba tanto a los misioneros. Por lo mismo, en lo personal esta actividad me deja un desafío: el mirar más para el lado. Acá la gente siempre está preocupada del vecino; de si come, si se siente bien. Para mí es un desafío mirar para el lado, no vivir tan encerrada en mí misma, compartir un poco más”.
Comunidades agradecidas
Los animadores de las 21 comunidades misionadas comparten el sentimiento de alegría por el trabajo realizado por los misioneros. Walter Cabrera, agricultor y ganadero que desde hace 15 años es animador de la Comunidad Nuestra Señora de Fátima del Manzano. “Hemos recibido como siempre a los misioneros, como corresponde, como campesinos, siempre se dice que el campesino es bien acogedor y eso mismo se lo hemos manifestado y ellos, gracias a Dios, lo han notado. Ha sido una experiencia muy provechosa porque hemos aprendido mucho de ellos y ellos nos han manifestado que también han aprendido de nosotros”.
De las comunidades misionadas, siete son netamente mapuches: Champulli, Taife, Lolocura, Danquil Damas, Las Damas, Colico y Cumínico Rinconada. Marta Mulato es animadora de Lolocura, la comunidad que tal vez tiene más conciencia de su realidad de pueblo Mapuche y hasta donde llegaron tres misioneros. Esta mujer alegre, franca y directa es quien mueve a la comunidad y se relaciona con el resto de los territorios mapuches. La población mapuche es elevada, concentrándose en pequeños predios de la comuna. La presencia de la etnia mapuche define la identidad de la región y notoriamente también la de la comuna de Carahue.
Marta es crítica y preocupada. Reconoce que, “lamentablemente, no toda la gente que es mapuche lucha para que su pueblo se conserve y salga adelante pero afortunadamente el pueblo aún está vivo y tiene ganas de vivir. Yo siempre he dicho que mientras haya un mapuche consciente, el pueblo va a seguir existiendo”.
¿Qué importancia crees que tiene para las comunidades mapuches la presencia de misioneros?
“Va a ser provechoso en la medida en que los misioneros conozcan y respeten nuestra cultura y nuestra realidad. En ese caso se va a poder hacer un buen trabajo. Afortunadamente me ha tocado compartir con jóvenes que están muy interesados y que son muy respetuosos de nuestras creencias, por eso hemos compartido y les hemos abierto nuestras casas, ha sido una muy buena relación. Ellos han aprendido harto de nuestra cultura y nosotros hemos aprendido harto de ellos”.
El Padre Andrés Moro, Vicario de la Pastoral Universitaria, evalúa y califica el tercer año de misiones en Carahue como un desafío. “Las misiones han ido creciendo en intensidad y en profundidad. En intensidad, porque hay muchos más jóvenes que quisieron comprometerse con el Señor a través de las misiones y sobre todo jóvenes de las pastorales universitarias. Esta misión es más cada año una instancia que convoca a las distintas pastorales y a los jóvenes que desean incorporarse a la fe a través de la iglesia universitaria. Y, en profundidad, porque varias comunidades cerraban este año su ciclo de tres años, y se notó un crecimiento de las comunidades misionadas y de la comunidad parroquial en pleno de Carahue. En profundidad también porque yo creo que con el aporte del equipo de misiones -desde mitad de año hasta ahora- se logró hacer un trabajo muy bueno, muy bien evaluado y muy rezado”.
¿Cómo ayudan estas experiencias de misiones a los jóvenes de la Vicaría?
“Reitero lo que dicen los mismos jóvenes, que estas experiencias les permiten mirar en forma distinta su futuro profesional porque los hacen relacionarse con personas de distintas realidades y eso los hace ponerse, en su futuro profesional al servicio de esas personas. Por eso también estas misiones se llaman misiones solidarias, porque queremos educar en una solidaridad permanente, no solamente en quince días de misión sino que sus vidas sean una eterna misión. Para las comunidades misionadas es un momento fuerte de poder volver a renovar también esta fe que a veces se debilita durante el año”.
Diez comunidades terminaron este año su etapa de misiones ¿Qué se espera para las misiones del 2006 en Carahue?
“La parroquia nos ha pedido que además de las comunidades del campo que terminan de misionarse el próximo año, que son once, podamos hacer por un año misiones urbanas en las diez comunidades con esa característica de la parroquia. Esto es un llamado, un desafío a nosotros porque desde hace más de diez años que la Vicaría no hace misiones urbanas y queremos también aprovechar esa experiencia en el verano, con algunas personas de poder compartir la fe con las personas del pueblo de Carahue para poder compartir quizá después, en unas misiones de invierno o de verano en la ciudad de Santiago”.
Como dice el Padre Moro, la misión para los jóvenes de la Vicaría de Pastoral Universitaria debe estar presente en sus vidas y durante todo el año. Seguramente, con la experiencia adquirida por este grupo de jóvenes en la comuna de Carahue esa tarea se hace más fácil, ahora solo queda esperar y disfrutar los frutos.
Fuente:
http://www.vpu.cl