La Movilidad humana es un “signo de los tiempos”
La Movilidad humana es un “signo de los tiempos”

Hoy se presentó el mensaje del Papa para la 96ª Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado, que se celebra el 17 de enero, titulado “Los emigrantes y los refugiados menores de edad”, que subraya que en los niños recaen todas las frustraciones y éxitos de los mayores, siendo una carga emocional de la que debemos hacernos cargo.

Participaron en el acto de presentación los arzobispos Antonio Maria Vegliò y Agostino Marchetto, y monseñor Novatus Rugambwa, respectivamente presidente, secretario y subsecretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.

El arzobispo Veglió explico que las causas de la emigración de los menores de edad son parecidas a las de los adultos: “conflictos armados, étnicos o religiosos, crisis económicas y sociales, falta de perspectivas para el futuro”. Pero al mismo tiempo hay una característica específica de la emigración irregular de los menores de edad: “un menor no acompañado no puede ser repatriado”.

De ahí que en algunos casos “los padres y a veces toda la familia depositen todas sus esperanzas en el éxito del menor que emigra y esto se transforma en una carga psicológica para el chico que no quiere desilusionarlos. Por eso, está dispuesto a sufrir injusticias, violencias y malos tratos con tal de obtener el permiso de permanencia, quizá la formación escolástica y sobre todo un trabajo para ayudar a la familia de origen que ha “invertido” tanto en él”.

Por su parte, el arzobispo Marchetto recordó que “la movilidad es uno de los grandes fenómenos de nuestra época que concierne a la vez y en todo el mundo a los ancianos, los adultos y los niños. Es, como se dice con lenguaje evangélico, “un signo de los tiempos”. La Iglesia, de forma particular, está cerca de los refugiados y de los emigrantes forzosos, no solamente con su presencia pastoral y con la ayuda material, para los que la necesitan, sino también con su compromiso para defender su dignidad humana”.

Refiriéndose en concreto a los niños refugiados, el prelado señaló que “son muchos los menores de edad que (...) atraviesan las fronteras solos. (...) Se trata, a fin de cuentas, de una estrategia de supervivencia. Los motivos para abandonar sus hogares están ligados a la guerra, a situaciones políticas adversas, al asesinato de un miembro de la familia o a la persecución del mismo niño. Son motivos más que suficientes para pedir asilo, una situación contemplada por una legislación humanitaria internacional bien rodada, por lo menos en línea de principio”.

Sin embargo, “hay que reconocer, con profunda tristeza, que los miembros de la sociedad civil actúan y reaccionan según estereotipos y prejuicios ante la llegada de los refugiados, mientras las políticas oficiales se preocupan por los intereses de los menores. Este comportamiento de discriminación (...) e incluso racismo se debe afrontar con políticas encaminadas a salvaguardar (...) los derechos de los refugiados y también de los desplazados dentro del propio país”.

“Nuestras comunidades cristianas -concluyó el arzobispo- tienen por lo tanto el deber de acoger a toda persona que llame por necesidad a nuestra puerta, de demostrar solidaridad, hospitalidad y compromiso pastoral con los menores, sobre todo los que están solos y los refugiados separados de sus familias. Hay que darles esperanza, valor y amor”.

Monseñor Rugambwa, refiriéndose a los problemas de las niños emigrantes y refugiados, señaló que el idioma “es una variable importante asociada a su sufrimiento. (...) La formación educativa y el desarrollo de nuevas capacidades, especialmente la de hablar la nueva lengua para comunicar adecuadamente en el país de recepción, permiten desarrollar un papel activo en la integración y de asumir el puesto que les corresponde en la sociedad de acogida”.

“Por desgracia -continuó-, un gran número de emigrantes y refugiados encuentran a menudo obstáculos en el camino de la instrucción y de la posterior orientación profesional o de la educación superior”.

Monseñor Rugambwa concluyó haciendo hincapié en la necesidad de “comprometerse contra las tendencias a la segregación escolar; (...) contra el hecho de que las escuelas, con frecuencia no se han adaptado todavía a las exigencias de los hijos de los emigrantes, y (...) contra la escasez de recursos financieros para resolver estas dificultades”.

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Fuente: Servicio Informativo Vaticano



El Vaticano, 27 de Noviembre, 2009

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